Del fuego nace y muere, de sus cenizas reencarna y con sus ideas llena el alma

lunes, 13 de octubre de 2008


Calamaro, Cafetín de Buenos Aries




De chiquilín te miraba de afuera
como a esas cosas que nunca se alcanzan...
La ñata contra el vidrio

en un azul de frío,

que solo fue después viviendo igual al mío...
Como una escuela de todas las cosas,
ya de muchacho me diste entre asombros

el cigarrillo,

la fe en mis sueños
y una esperanza de amor...

¿Cómo olvidarte en esta queja,

cafetín de Buenos Aires,

si sos lo único en la vida

que se pareció a mi vieja?

En tu mezcla milagrosa
de sabihondos y suicidas,
yo aprendí filosofía,
dados, timba
y la poesía cruel
de no pensar más en mí...

Me diste en oro un puñado de amigos,

que son los mismos que alientan mis horas:

José, el de la quimera;

Marcial, que aún cree y espera;

y el flaco Abel, que se nos fue,

pero aún me guía...
Sobre tus mesas que nunca preguntan

lloré una tarde el primer desengaño;
nací a las penas,
bebí mis años

y me entregué sin luchar...




Todos tenemos una que nos mata, que nos duele, pero hay que seguir adelante.

Tengo una herida mortal, pero, cuando se pase se que voy a resucitar.

Olvidalo, alguien que no te quiso
olvidalo, alguien que no te valoró
olvídalo, alguien que no te respetó,
olvídalo...
mejor olvídalo,
la deshazón ya está, lo peor ya pasó,
ahora queda superarlo


Dale tiempo al tiempo, eso es lo más sano.


*